¡Hola! Sé que me paso poco por aquí por falta de tiempo, pero la ocasión lo merece. Se acaba un nuevo año. Sí. De nuevo estamos sorprendidos, no sabemos cómo ha pasado el tiempo. Hoy quería hacer un balance sobre mis lecturas de este año, que han sido muy gratas. He leído un total de 47 libros, navegando a través de más de 15.000 páginas. ¡Qué maravilla! Pero si hay algo de lo que estoy orgullosa es de mi vuelta al mundo gracias a autoras maravillosas.
Viendo esto, me encantaría dedicar mi año que viene a expandir aún más horizontes, a aventurarme en partes desconocidas para mí de África y Asia. Me da rabia que sea más complicado encontrar obras de otras zonas del planeta, que todo sea ciertas partes de Europa y EEUU.
Dicho esto, paso a presentaros las diez mejores lecturas que me ha dejado este año que ya se nos acaba. Para darle más emoción al asunto comenzaremos desde la décima hasta la primera. Tengo que deciros que ha sido muy difícil ordenarlas, así que no os lo toméis al pie de la letra. Si escribiera esto en otro momento quizás la cinco y la seis podrían intercambiarse o la ocho y la nueve. Ahora sí… ¡Comenzamos!
10. Heartstopper, Alice Oseman
Estaba claro que no podía faltar Heartstopper aquí. Si hay algo que ha cambiado mi año y mi vida ha sido su llegada. Alice crea una historia y una visibilidad muy necesaria para la comunidad LGTB.
¿Os imagináis un mundo llenos de Nicks y Charlies? ¿Un mundo en el que poder expresarte libremente? Heartstopper es un soplo de aire fresco, una mano tendida en la oscuridad. No os podéis perder las novelas gráficas ni la serie (¡en breve tendremos la segunda temporada!).
9. H de halcón, Helen MacDonald
Una de las cosas de las que más orgullosa estoy de mis lecturas de este año es haber sido capaz de leer sobre aves (siempre les he tenido un pelín de fobia). Pero esta novela va mucho más allá. Helen decide adiestrar a una azor después del repentino fallecimiento de su padre, al que estaba muy unida. Ahondamos en el duelo, en las relaciones padre-hija, en los bosques de Inglaterra, en figuras perdidas de la historia. Leí este libro en verano, rodeada de naturaleza y, desde luego, fue todo un despertar.
Qué cosas le hacemos a nuestro corazón. Te apartas de ti misma, como si tu alma pudiera ser también un animal migratorio, te sitúas a cierta distancia del horror y miras fijamente al cielo.
Helen MacDonald, H de halcón
8. I must betray you, Ruta Sepetys
Podría haber sido este libro u otros de Ruta. Este año me he reencontrado con ella. Sin embargo, he optado por I must betray you porque me encogió el corazón. Conocía en parte la historia de Rumanía, pero nunca me había parado a investigar más y me arrepiento bastante. Las palabras de este libro han traspasado la ficción y a mí misma. Ruta me ha contado la historia de miles de personas torturadas, asesinadas y muertas de miedo.
How could we expect others to feel our pain or hear our cries for help when all we could do was whisper?
Ruta Sepetys, I must betray you
8. Pura pasión y El acontecimiento, Annie Ernaux
¡Nobel para Ernaux! Creo que, como lectora, este ha sido el mejor momento de todo el año, lleno de significado y victorias para las lectoras. De Annie solo había leído fragmentos y este año me aventuré a repasar sus obras completas.
En Pura pasión nos habla sobre la relación que tuvo con un hombre casado y en El acontecimiento sobre el aborto clandestino que tuvo que realizar cuando en Francia estaba prohibido por ley. Ambas son novelas cortas, pero llenas de significado. Me emocioné mucho leyéndola. Es la voz que todas siempre hemos necesitado.
Sometimes I wonder if the purpose of my writing is to find out whether other people have done or felt the same things or, if not, for them to consider experiencing such things as normal. Maybe I would also like them to live out these very emotions in turn, forgetting that they had once read about them somewhere.
Pura pasión, Annie Ernaux
6. Los muchachos de Zinc y Últimos testigos, Svetlana Alexiévich
No podía separarlos… Svetlana tenía que estar en el top y este año he leído dos de sus obras, ambas impactándome profundamente. Últimos testigos nos recoge los testimonios de los niños que sobrevivieron a la II Guerra Mundial y Los muchachos de zinc las voces implicadas en la Guerra de Afganistán.
No os niego que uno de los motivos por los que decidí leer Los muchachos de zinc fue para entender un poco la mentalidad soviética que aboca a las guerras a sus jóvenes, quería comprender la situación actual, y me produjo escalofríos comprobar la repetición de patrones, ver cómo no hemos avanzado tanto. Leer los libros de Svetlana es abrirse muchas puertas a la realidad que, aunque no deja de ser triste, sigue teniendo aspectos por los que merece la pena luchar y seguir viviendo.
No logro quitarme de encima la sensación de que la guerra es fruto de la naturaleza masculina, de la que en muchos aspectos me siento muy alejada. Aunque es cierto que la cotidianidad de la guerra es grandiosa. Apollinaire veía la belleza en ella. En una guerra todo es distinto: tu ser, tu naturaleza, tus pensamientos. Aquí he comprendido que el pensamiento humano puede llegar a ser muy cruel.
Svetlana Alexiévich, Los muchachos de zinc
5. Burial rites
Esta novela me dejó sin palabras, fue una bofetada de majestría. Agnes fue la última persona en ser ejecutada en Islandia tras ser sentenciada por un doble asesinato cometido en 1828 junto a otras dos personas. De la misma forma en que nunca podremos saber qué sucedió en realidad, sí podemos especular a través de los escritos y de la propia forma de ser de la sociedad en aquella época lo que pudo pasar.
Hannah Kent se esfuerza en representar el frío, la soledad, la hipocresía, la apariencia gris de las cosas… Todo aquello que conllevó a la muerte de Agnes. Pero esta novela va mucho más allá. Nos habla sobre la historia de un país, sobre sus costumbres y sus mitos. Nos susurra la indudable pregunta de… ¿Seríamos capaces nosotros de ejecutar a Agnes? ¿De creer que tenemos esa moralidad sobre el bien y el mal? Yo misma lo dudo. Nadie supo lo que pasó en aquella granja durante los asesinatos más que los implicados. ¿Eran tan buenos los buenos y tan malos los malos? Son todas las dudas lo que más me ha gustado del libro. Sin duda algo así es lo que sueño con escribir, la dualidad histórica y presente, el describir de qué están hecha las almas humanas, el frío de nuestros huesos.
People claim to know you through the things you’ve done, and not by sitting down and listening to you speak for yourself. No matter how much you try to live a godly life, if you make a mistake in this valley, it’s never forgotten. No matter if you tried to do what was the best. No matter if your innermost self whispers, ‘I am as you say!’ -how other people think of you determines who you are
Hannah Kent, Burial rites
4. Mi madre era de Mariúpol, Natascha Wodin
Leer este libro dolió muchísimo sabiendo que Ucrania vuelve a estar siendo arrasada… Natascha cuenta la historia de su madre y de sus antepasados, una madre que se suicida cuando ella tiene apenas 10 años, que siempre repite «si tú hubieras visto lo que yo he visto…». ¿Y qué había visto? Pues una historia oculta durante años.
Durante la segunda guerra mundial la Alemania nazi esclavizó a eslavos, bálticos, etc. para hacer trabajos forzados que sus hombres no podían hacer por estar en la guerra. Y es más que eso. La madre de la autora provenía de Ucrania, una tierra maltratada durante años bajo las manos soviéticas. Me da rabia haber leído qué fue de Mariúpol sabiendo que hoy en día vuelve a estar invadida.
No puedo decir mucho más de este libro, siento que no es mi voz la importante sino la de millones de ucranianos, estonios, lituanos, letones, etc esclavizados. Las voces de los millones de sus bebés matados por los Nazis, de aquellos sobre los que experimentaron. También son las voces de aquellos enviados al exilio por los soviéticos, de los desposeídos de sus vidas por la fuerza de un régimen ególatra.
La madre de Natascha era de Mariúpol y nunca encontró la paz sobre la tierra. Sin embargo, tenemos su testimonio, las vidas de aquellos que nos recuerdan que en una guerra no hay bando vencedor sino personas mutiladas y silenciadas por las bombas dirigidas a la cotidianidad de sus vidas.
11 years after the end of the war, my mother committed suicide in a small West German town, not far from a settlement for homeless foreigners, as the former forced laborers were called at the time. Except for my sister and I, there was probably not a single person in the world who still knew her, and neither had we, my sister and I, actually known her. We were children, my sister was just four and I was ten years old when, on a day in October in 1956, she left the apartment without a word and never came back.
Natascha Wodin, Mi madre era de Mariúpol
3. El consentimiento, Vanessa Springora
No os miento cuando os digo que aún sigo pensando en esta novela y en todo lo que aprendí en ella. Sin duda, este es un libro duro, pero tremendamente necesario. En él Vanessa nos cuenta su relación de abuso por parte de un célebre escritor francés (abiertamente defensor de la pedofilia) llamado Gabriel Matzneff.
Desde los 13 hasta los 16 años sufrió abuso sexual y psicológico y tuvo que observar como el mundo intelectual francés le seguía alabando, publicaba los libros de este señor en los que él abiertamente hablaba de ella e incluso le concedían premios. Años después, Vanessa se reconcilia con los libros y las letras y escribe SU historia, con una brillante madurez que le ha otorgado el paso del tiempo y del dolor. No quiero adentrarme en más detalles, solo recomendarlo encarecidamente porque, aunque es un tema muy delicado y del que no todos pueden leer, he aprendido mucho. Además, siempre es de justicia escuchar las voces de los supervivientes. Es lo menos que podemos hacer.
¿Por qué una adolescente de catorce años no podría amar a un hombre treinta años mayor que ella? Cien veces había dado vueltas mentalmente a esta pregunta. Sin darme cuenta de que estaba mal planteada, desde el principio. Lo que había que cuestionar no era mi atracción, sino la suya.
Vanessa Springora, El consentimiento
2. Nada se opone a la noche, Delphine de Vigan
ESTE LIBRO. Este libro me impactó en todos los sentidos y si algo me da pena es haberlo leído de la biblioteca y no tener mi propio ejemplar. Ya lo decía Tolstoy: «todas las familias felices se parecen, las desdichadas lo son cada una a su modo». Y eso es lo que sentí al leer este libro. Lo terminé serena, mientras anochecía y el frío me azotaba. Y me apenó terminarlo y no poder quedarme con él. Se convirtió en una de mis novelas favoritas.
De Vigan recupera la vida de su madre Lucile después de encontrársela muerta en su apartamiento tras su suicidio. Intenta recrear su infancia, su adolescencia, sus recuerdos atormentados, su entrada en la adultez y la maternidad. Lo narra de forma cruda, pero con la belleza que solo pueden evocar las hijas de aquellas que han sufrido tanto en la vida que siempre han estado más cerca de la muerte que de esta. Se me hace complicado juzgar de ninguna forma un libro como este, que habla de salud mental, de la mejor descripción de una relación madre-hija que he leído nunca. Las historias familiares están llenas de episodios oscuros y dolorosos que se pueden transformar en algo tan bello como las frases que De Vigan plasma en estas hojas.
No quiero desvelar nada más, quiero que todos lo leáis si os es posible. He amado cada párrafo y he llorado con ellos. Me gustaría acabar mi humilde reseña con el inicio, que cada vez que lo leo me fascina más:
Mi madre estaba azul, de un azul pálido mezclado con ceniza, las manos extrañamente más oscuras que el rostro, cuando la encontré en su casa esa mañana de enero. Las manos como manchadas de tinta en los nudillos de las falanges. Mi madre llevaba varios días muerta.
Delphine de Vigan, Nada se opone a la noche
Ignoro cuántos segundos, quizá minutos, necesité para comprenderlo, a pesar de lo evidente de la situación (mi madre estaba echada en su cama y no respondía a ninguna señal), un tiempo muy largo, torpe y febril, hasta el grito que salió de mis pulmones, como tras varios minutos de apnea. Todavía hoy, más de dos años después, sigue siendo para mí un misterio, ¿mediante qué mecanismo pudo mi cerebro mantener tan alejada de él la percepción del cuerpo de mi madre, y sobre todo de su olor?, ¿cómo pudo tardar tanto tiempo en aceptar la información que yacía ante él? No es el único interrogante que me dejó su muerte.
1. Diarios, Alejandra Pizarnik
Leer los diarios de Alejandra fue leer el corazón de una persona, las entrañas, las contracciones de su cuerpo. Me permitió conocerla poco a poco durante los meses en los que compartí mi vida con la suya. Adoro sus poemas, pero las entras de su diario… Una puñalada directa a mis latidos. Me asustó parecerme tanto a ella en muchas ocasiones, ver sus delirios, sus pasiones… La vida diaria de su mente.
Es complicado para mí escribir sobre todo lo que me hicieron sentir estas más de 1000 páginas, no hay forma de expresar que fue una compañera en mis días más solitarios, en mis noches sin dormir, en mis momentos perennes ahogándome en el dolor, en las emociones apesadumbrantes. Acabar sus diarios fue como acabar una parte de mí, aunque sé que mientras yo siga escribiendo ella estará muy cerca de mí, porque vive a través de todas mis palabras. Os dejo con una entrada que dejó plasmada un 1 de enero:
Que este año me sea dado vivir en mí y no fantasear ni ser otras, que me sea dado ponerme buena y no buscar lo imposible sino la magia y extrañeza de este mundo que habito. Que me sean dados los deseos de vivir y conocer el mundo. Que me sea dado el interesarme por este mundo.
Alejandra Pizarnik, Diarios
Y hasta aquí mi top de lecturas de este año lector tan increíble que he tenido. Pero claro, no puedo evitar mencionar unos pocos libros que se han quedado a nada de estar en esta lista: Panza de burro de Andrea Abreu, Conversations with friends de Sally Rooney, Biografía de un mito de Cristina Piña y Patricia Venti y Cumbres Borrascosas de Emily Brontë. Además os adelanto que estoy leyendo obras maravillosas y que el 2023 nos traerá lecturas increíbles. Os deseo muy buen año 🙂